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Niños y castigos

Efectos del castigo y la amenaza sobre el niño y sobre su desarrollo

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Los niños tienen derecho a ser educados sin violencia. Pero, desgraciadamente, algunos pequeños viven experiencias de desprecio y agresión. Por eso es importante preguntarse constantemente y tener muy presente lo que significa la violencia en la vida cotidiana con niños y darnos cuenta de hasta qué punto los castigos constituyen experiencias violentas. La pedagoga titulada Susanne Mierau habla sobre los castigos

Por qué castigan los padres

Castigar significa lo siguiente: el niño tiene una conducta indeseada y los padres reaccionan imponiendo una medida que debe impedir que vuelva a producirse esa conducta en el futuro. Esas medidas van desde la violencia física (y aquí también se incluyen los capones y las bofetadas) pasando por “momentos de reclusión” en otra habitación o en una escalera solitaria, hasta la prohibición de acontecimientos o cosas que el niño aprecia mucho (“¡pues entonces hoy no ves la televisión!”) así como la violencia psíquica en forma de insultos o avivando miedos (“¡Pero cómo se puede ser tan tonto!”, “Ya no te quiero”). Reaccionar de esta forma ante nuestros hijos en situaciones problemáticas es algo que muchas veces hemos aprendido en nuestra propia infancia y sabemos que si imponemos un castigo el niño deja de realizar la conducta indeseada por puro miedo.

No es conveniente castigar ni a corto ni a largo plazo

Los castigos originan diversos problemas: el niño no reacciona porque comprenda nuestros deseos sino por puro miedo No aprende por qué tiene que abandonar determinada conducta. Por eso el efecto de aprendizaje para futuras situaciones es escaso. Castigar y amenazar influyen negativamente tanto en la relación padres-hijos como en la conducta del niño porque se reprimen sus capacidades socioemocionales bajo el miedo.

Los “castigos lógicos” también son castigos

Durante mucho tiempo se han empleado los “castigos lógicos” para educar, es decir, el castigo debe estar directamente vinculado con el hecho y ese vínculo debe ser plenamente comprensible para el niño: “Si no te comes toda la comida no habrá postre”. Pero esas consecuencias de una acción concreta también son castigos que atemorizan al niño y le hacen sentirse impotente y a merced de nosotros, los adultos. Con los “castigos lógicos” el niño tampoco aprende a desarrollarse de forma personal ni a comprender mejor las cosas.

"Para los padres que han crecido con castigos no es fácil abandonar ese modelo. Pero merece la pena buscar alternativas."

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En lugar de los castigos, ¿cómo debemos actuar ante las conductas indeseadas?

Cuando un niño tiene una conducta indeseada podemos actuar siguiendo diversos pasos:

  • Piensa por qué la conducta del niño te resulta desagradable. Cada niño siente de manera diferente y tiene motivos propios para comportarse de esa forma que para ti es inconveniente.
  • Pregúntate qué puedes cambiar en vuestra vida cotidiana para que el niño no llegue a situaciones que le empujen a mostrar esa conducta negativa. A veces el día a día es estresante y exigimos demasiado a nuestros hijos hasta el punto de que al final no pueden hacer otra cosa que dar rienda suelta a su disgusto.
  • En lugar de imponer un castigo trata de hablar con tu hijo. ¿Por qué haces eso? ¿Cómo crees que me sienta a mí? ¿Qué alternativa podemos buscar?